EL JAZZ, LA PINTURA Y LA VIDA

Ayer por la noche asistí a un agradable concierto de jazz de un buen amigo. El concierto se celebró en la terraza de un bar, así que me pedí una buena jarra de cerveza fresquita y me dispuse a disfrutar de la música y de la brisa de la noche. Lo hice. Mientras la banda, formada por saxo, guitarra, teclado y batería, interpretaba una serie de standars y yo sorbía el lúpulo, mi cabeza iba asentándose, una vez más, en la idea de que el jazz, sobre todo cuando es instrumental, y la pintura abstracta provocan y evocan sensaciones muy similares en el individuo que los contempla y escucha. Si uno se deja llevar por el disfrute de cualquiera de las dos artes es posible que se encuentre a sí mismo en algún rincón de su interior tomando un copa con Coltrane, mientras charla con Rothko de por qué decidió quitarse la vida y de cómo su pintura continúa siendo inabarcable, en el mejor sentido de la palabra. Uno puede verse sentado en el más cómodo de los sillones diseñados por Le Corbousier e instalado en la orilla de la playa más bella de Galicia mirando al infinito y decidir que ese es “su sitio” para el resto de sus días. Jazz y abstracción, cuando se disfrutan con calma, con tiempo quizá, se escurren entre los dedos de la memoria, se sumergen en el mejor futuro que se pueda imaginar, transmiten limpieza y proporcionan oxígeno para el día a día. Sin embargo, lo mejor del jazz y de la pintura abstracta es que tienen esa otra perspectiva que las mejores cosas de la vida poseen: la sencillez. En realidad, no necesitan explicación, ni reflexión, desde el punto de vista del espectador, se pueden disfrutar con la mente en blanco, o mejor, con la mente totalmente sumergida en la propia plasticidad de ambas.

Terminé la cerveza, se acabó el concierto y me dije: es posible escribir un tratado sobre la tortilla de patata, igual que sobre el jazz y la abstracción, pero no es necesario, basta con saborearla. Ahí está la clave.

Publicado el 25 de agosto de 2012 en Diariodetoledo.es

TOLEDO NO EXISTE

No sé si recordáis que hubo un tiempo en que un par de maravillosas personas nacidas en Toledo, mi ciudad hasta hoy, pusieron en marcha una de las plataformas web más interesantes que yo he conocido en nuestro país. No es broma, no, una de las más interesantes sin duda alguna. El sitio en cuestión, que empezó a rodar en 2006, se llamó Toledonoexiste.org y fue algo muy similar a lo que hoy todos conocemos como Myspace.com. Sin embargo, iba varios pasos más allá que ésta última. Proporcionaba herramientas para que las bandas pudiesen distribuir gratuitamente sus discos, maquetas, EP, etc. Además, se habilitó un foro como punto de encuentro entre todos los grupos que participábamos en la plataforma y que funcionaba como tablón impulsor a la hora de organizar conciertos, preparar colaboraciones entre las bandas e incluso, ¡quién sabía! la explosión del amor. Sin embargo, como el destino, ¡ese gran desconocido!, es caprichoso y el amor parece ser que, en ocasiones, se diluye rápido, fue ese foro lo que, de alguna manera, destruyó una utopía que sí fue real por algún tiempo, muy real. Pero eso… «es otra historia» que ni siquiera merece la pena ser contada.

Desde Toledonoexiste.org se organizaron, no uno, ni dos, sino ¡TRES festivales! Los organizadores hacían 100 copias en CD que regalaban a la entrada de cada festival con una selección de las bandas que participaban en la plataforma y que costeaban de su bolsillo. De hecho, algunas de esas copias se serigrafiaban a mano, ¡ojo! En cada uno de ellos participaron cuatro bandas (Zelezna, mi banda de aquel momento, tuvimos la suerte de formar parte del cartel del TOLEDO NO EXISTE FEST II) y el último se celebró en el Círculo de Arte de Toledo con una asistencia masiva de público. Sabed que no estoy exagerando en esto último, porque tuve la suerte de grabar y editar un vídeo que da fe de esto y que os dejo a continuación:



Toledonoexiste.org sí significó una verdadera organización ciudadana virtual y física y muchos de nosotros nos sentimos muy orgullosos de haber colaborado, con nuestro pequeño grano de tierra, en la corta, pero intensa, vida de aquella utopía real.

Publicado el 16 de agosto de 2012 en Diariodetoledo.es

INTELECTUALES

¿Qué ha sido de los intelectuales? ¿Dónde están sus palabras, sus miradas profundas y clarividentes? ¿Por qué se implicaron tan poco en el llamado Movimiento 15M?, preguntaba una chica a una comprometida escritora en la presentación de su último libro. Pero, ¿qué intelectuales? Hace tiempo que me di cuenta de que los intelectuales que me han enseñado a pensar a lo largo de mi vida no son solo aquellos en blanco y negro que, impresos en papel, descubrí en mi adolescencia, sino los que en la universidad me fueron preparando para afrontar mi etapa de madurez. Fue allí donde descubrí a verdaderos intelectuales, que no eran personajes públicos, pero que sí tenían muchas de las respuestas que buscamos. ¿Dónde se hallan hoy los verdaderos intelectuales?, nos preguntamos. Lo seguro es que no están en las pantallas de plasma.

Ayer, el término «intelectual» contenía ciertas características que hoy ni siquiera sugiere. Ayer, Joris Ivens, cineasta de la primera mitad del siglo XX, se plantó en España con su cámara cuando estalló la Guerra Civil Española, junto a Boris Kaufman, hermano de Dziga Vertov, y Ernest Hemingway, y de su proeza nació Tierra de España, uno de los documentos cinematográficos más importantes realizados sobre nuestra tragedia, registrado desde el interior de la misma. Ayer, Jean-Luc Godard filmó las revueltas de Mayo del 68 mientras él las vivía desde dentro. Hoy, el desarrollo de la educación, aunque en los últimos tiempos frenado por gobiernos sin escrúpulos, ha permitido la aparición de muchos más intelectuales, esta vez anónimos. Ojalá algún día podamos identificarnos otra vez con individuos capaces de remover las conciencias de miles de personas solo con un gesto, pero, de momento, busquémoslos a nuestro alrededor, mas sin renunciar jamás a los mejores del siglo XX.

Una de las grandes virtudes del 15M fue, como diría Edward Hall, la proxemia de los cuerpos en un espacio acotado, como es Sol, el alto grado de cercanía entre quienes se implicaron de una forma u otra en el movimiento. El futuro de nuestro país, y tal vez el de Europa, se encuentra en el entendimiento entre los ciudadanos, en la reflexión colectiva y en escuchar a los mayores para no tener que empezar de cero y que el trazado del camino sea más fácil y transitar por él más llevadero. Y es que, como dice José Avello, quizá uno de los intelectuales más brillantes que yo he tenido el privilegio de conocer, el mundo es continuo y lo segmentamos en unidades discretas para acercarnos a él. Entonces, sin hacer ruido, acerquémonos todos los que no somos, los que no decidimos, y construyamos el futuro desde un presente sólido, para que mañana les podamos decir a nuestros hijos cómo afrontar su existencia, cómo fueron los intelectuales de estos tiempos, por qué seguimos encontrando en ellos nuevas miradas tan profundas y lúcidas como las de aquellos hombres y mujeres del celuloide y de la imprenta de antaño, y cómo nos enseñaron a enraizarnos en la tierra los unos con los otros.

Publicado el 12 de abril de 2012 en Diariodetoledo.es